
19 de agosto de 2018, Ciudad de Panamá, Panamá, Kilómetro final 7316
Las fotos que conocia de la ciudad de Panamá eran una sucesión de rascacielos frente al mar, emulando las clásicas vistas de Manhattan, y puesto que Panamá tiene su economía dolarizada, yo esperaba encontrar un país que fuera una mera prolongación de EEUU. Por eso al entrar me sorprendió ver mucha población indígena que se utilizaba su propia lengua diferente del castellano. Panamá más bien parece una prolongación de Costa Rica, quizá no tan exuberante y seguro que no tan cara: el paisaje es verde frondoso, y el clima en estos meses muy húmedo. Más al sur de la Ciudad de Panamá la selva se cierra y la carretera se termina. No hay conexión por tierra con Sudamérica, habría que tomar un barco o un avión para seguir hacia el sur. Un buen punto donde terminar el viaje y volver a mi tierra natal donde me esperan otras responsabilidades.
Han sido poco más de cuatro meses de viaje para llegar hasta donde no me creía capaz al empezar. El día más difícil fue sin duda el de salida, las primeras pedaladas alejándome de casa me hicieron sentir vértigo. A partir de ahí, el viaje me fue enseñando y dando fuerzas, y cada día fue más sencillo que el anterior. He pasado de los lejanos desiertos mexicanos a las selvas centroamericanas, dejando atrás la cultura anglosajona en la que vivía inmerso para reencontrarme con mis raíces latinas. Cuatro meses de experiencias y relaciones personales que no hubieran sido posibles sin el vehículo que me transportaba. Este viaje hubiera sido totalmente diferente en coche, en autobús, o en avión. No voy a negar que haya habido momentos duros y difíciles, pero han sido de sobra compensados por las experiencias positivas que he vivido. Ahora es el momento de empezar otro viaje, una nueva etapa.
Han sido 131 días de viaje, 93 pedaleando y 38 descansando o visitando los lugares por donde pasaba, 7316 kilómetros pedaleados, suficientes como para llegar por carretera desde Barcelona a Kabul. Algunas caídas, ninguna con graves consecuencias, aunque el casco me salvo al menos en una ocasión. Solo cinco pinchazos si no recuerdo mal, aunque he tenido que cambiar tres neumáticos. Ningún robo o incidente violento, ni siquiera una discusión de tráfico, pese a transitar por países tan vilipendiados por la prensa. He dormido más de 50 noches en tienda de campaña, muchas de ellas en acampadas informales, casi 40 noches en hoteles, hostels y airbnbs, y otras tantas en casas particulares, que sus dueños me han abierto sin conocerme de nada y muchas veces sin aviso previo. A todos ellos mi profundo agradecimiento por su ayuda y su confianza. Mirando atrás, lo que más me sorprende de este viaje es como he aceptado la incertidumbre. La mayor parte de los días que he pasado pedaleando me he levantado por la mañana sin saber dónde iba a pasar la noche siguiente. Esa tolerancia por la aventura, y esa confianza en que cuando llegara la tarde todo se resolvería, como así fue, es para mí lo más relevante del viaje. Ojala en la vida todo fuera tan sencillo como viajar en bicicleta.
